Madre, solo hay una

A menudo piensas en ella, en su ternura, en su fortaleza, en su sencillez y su belleza. Con frecuencia la imaginas cómo te gustaría que fuera, perfecta. Más sin embargo es sólo un ser humano, tan igual y tan diferente, tan especial, pues no tan solo se dedica a ella misma, si no que también a los demás, a dar apoyo, compañía, cariño, amor, da todo sin esperar nada a cambio.

Es esa persona que te consuela en tu sufrimiento, en tu dolor, que se ríe contigo aún de las cosas que te parecen ser tontas, que de vez en cuando forma un escándalo de algo que para tí es insignificante, mientras mantiene la calma cuando le gritas en tu enojo.

Es esa persona que se preocupa por todo, hasta de que tu camisa esté derecha y estés bien peinado aún cuando no vas a salir.

Desde que estabas en su vientre ya te estaba hablando de todas las cosas que iba a hacer contigo. Cuando viniste al mundo demandabas el 101 por ciento de su tiempo y no parecía ser suficiente. Le exigias que te resolviera tu problema de matemáticas cuando ya ella se había olvidado que existía esa materia, más sin embargo lo aprende para poder enseñarte, para poder ayudarte.

Ella te alimenta, te asea, te enseña, te aconseja, te canta, todo lo hace con dedicación, con delicadeza, con amor. Te acepta tal como eres a pesar de tus críticas. Cuantas veces deseaste que ella fuera diferente, que te dejara en paz, que no te hablara, sin embargo cuando necesitaste transporte, compañía, alguien que escuchara tus quejas ella estuvo presente.

Ya eres todo un adulto, dices que eres independiente, que todo lo hiciste solo, que aprendiste las cosas por tu cuenta, pero no es así, porque a lo largo de ese camino ella estuvo ahí, asegurándose que todo fuera bien, que tú estuvieras bien.

Esa persona tan importante a la que llamas Mamá te ama ciegamente, te ama con el alma. Si todavia disfrutas de su compañía agradécele a Dios por cada minuto junto a ella, si es Dios quien la acompaña ahora agradecele por cada momento que fué.

Si tienes la dicha de haber traído al mundo a un hijo comprenderás la grandeza de ese ser que te dió vida, entenderás las discusiones que tuviste con ella cuando te decía "No", y te convencerás de que Dios existe al observar la naturaleza de tu hijo.

Quizás ya no esté contigo, o quizas eres tan afortunado de tenerla todavía contigo, tal vez esta lejos de ti y te tomas las molestia de llamarla una vez al año porque "es su día". Muchos otros simplemente no la tuvimos.

No importa de qué manera sea quiérela todos los días, demuestraselo, y recuerda que amar es nunca tener que decir "lo siento".

Sandra Falcón (2001)